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¡Bájate de Ahí!

Updated: Jun 17, 2024

Como hasta los seis años pensé que mi nombre era “Bájate de ahí”.  Y, aunque parece chiste, es real. Desde pequeña demostré ser terca, de opiniones fuertes, independiente y hasta un tanto orgullosa. ¡Ay, ay, ay, tremenda combinación! 


Siempre quería hacer todo de la forma en que lo tenía planificado. De lo contrario, no estaría satisfecha. Según mi punto de vista, ¡mis planes eran perfectos! ¿Plan B?, ¿Pedir ayuda? ¡NO! Eso era para la gente incapaz e irresponsable que no se preparaba. ¡Ay, amiga, qué ERROR! sí, con mayúsculas. Con el pasar del tiempo la testarudez de corazón y el orgullo tomaron control de mi vida personal, amorosa, profesional y espiritual. 


A decir verdad, la terquedad de corazón y el orgullo son temas recurrentes en la Biblia, que se presentan como obstáculos significativos en el camino hacia la sabiduría y la comunión con Dios. Desde el Antiguo Testamento hasta las enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento, se nos advierte sobre los peligros de aferrarse obstinadamente a nuestras opiniones y deseos, en lugar de someternos a la voluntad divina.


Si usamos como referente la Biblia, creo que uno de los ejemplos más claros de terquedad lo vemos en el Faraón, quien se niega repetidamente a liberar al pueblo de Israel a pesar de las advertencias de Dios a través de Moisés. En Éxodo 9:12, Dios declara: "Y el Señor endureció el corazón de Faraón, y no los escuchó, como Jehová le había dicho a Moisés".  Por otra parte, el orgullo también se manifiesta en personajes como el rey Saúl, cuya desobediencia y arrogancia lo llevaron a perder el favor de Dios. En 1 Samuel 15:23, Samuel le dice a Saúl: "Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la obstinación es como iniquidad e idolatría. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey".


En el párrafo anterior vemos tres (aunque hay muchas más) consecuencias clarísimas de ser tercos y orgullosos: endurecimiento de corazón, que el Señor no nos oiga y ser desechado por Dios. Vamos por partes, ¿está bien? 


Primero, hablemos del endurecimiento del corazón. Tristemente y siendo cristiana, descubrí que el corazón endurecido – aquel que el Señor desprecia – lo tenía yo. Y peor aún, según la Biblia, la dureza de corazón que Dios enfáticamente menosprecia tiene que ver con oír y rechazar su Palabra. “El hombre que, al ser reprendido, se vuelve terco, de repente y sin remedio será quebrantado.” (Proverbios 29:1). ¡Hola, esa era yo! Esa que, a pesar de escuchar mensajes enviados del mismo cielo, no practicaba lo que escuchaba. Esa que se negaba a permitirle entrada a Dios en ciertas áreas de sus vida. Y mientras continuaba escuchando sin obedecer, mi corazón comenzó a endurecerse. 


Tenía la absurda idea de que ser fuerte implicaba apagar mis emociones. Pero, imaginemos esto: cuando llevas varios días sin echarle agua a la planta que tienes en la esquina de tu sala, ¿Qué le sucede a la tierra?  Se endurece, se empieza a agrietar e inevitablemente la planta comienza a marchitarse. ¿me expliqué? Un corazón endurecido, se agrieta y muere. En cambio, un corazón blando y sensible a Dios es una cualidad hermosa. Implica estar abierto a la presencia y la guía divina en tu vida, permitiendo que el amor y la compasión fluyan libremente hacia ti y a través de ti hacia los demás. 


Culturalmente se nos ha enseñado que tener el corazón blando es sinónimo de debilidad, pero más bien, implica una profunda fortaleza interior que solo proviene de tu relación con Dios. Es algo que te da la capacidad de enfrentar los desafíos con valentía y ​​de superar los obstáculos con humildad, gracia y compasión. Es tener otro punto de vista ante la vida con la certeza de que Dios te cuida y te guía. Solo un terreno fértil y blando es capaz de recibir una semilla que en su momento germinará. Lo mismo pasa con tu corazón, amiga.




En segundo lugar, en numerosas ocasiones, la Biblia nos advierte sobre los peligros de confiar demasiado en nuestras habilidades y planes, en lugar de someternos a la voluntad de Dios. El libro de Proverbios, por ejemplo, nos dice en 3:5-6: "Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento; reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas". Esta advertencia  nos recuerda que nuestra sabiduría es limitada y que necesitamos depender de Dios para guiar nuestros pasos.


Es por esto que, la falta de humildad y la tendencia a confiar en nuestros planes en lugar de confiar en lo que Dios tiene para nosotros son temas que repercuten a lo largo de la historia y se encuentran profundamente arraigados en la condición humana. Desde los relatos bíblicos hasta las experiencias actuales, vemos cómo esta falta de humildad y exceso de confianza en nosotros mismos puede llevar a resultados desastrosos. Confiar en nuestros planes y capacidades, en lugar de buscar la dirección de Dios puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas, ignorar las señales de advertencia o resistirnos a seguir el camino que Dios tiene preparado para nosotros. Sin embargo, cuando aprendemos a humillarnos ante Dios y confiar en su guía y provisión, descubrimos una paz y seguridad que van más allá de nuestras habilidades y esfuerzos. ¿Tienes idea de cuánto drama habría evitado en mi vida de haber internalizado esto antes?


En tercer lugar, cuando nuestro corazón se endurece, lo que rige nuestra vida es el orgullo y la arrogancia. Por esto, Pablo nos exhorta a "no ser altivos en nuestro propio concepto". Con demasiada frecuencia, nos aferramos a una visión presuntuosa de nosotros mismos, creyendo que nuestras ideas y perspectivas son superiores a las de los demás e incluso a las de Dios. Sin embargo, Pablo nos desafía a abandonar esta mentalidad y a reconocer la limitación de nuestra “sabiduría”. Esta actitud de humildad implica una disposición constante a aprender y crecer, reconociendo que nunca alcanzaremos la plenitud del conocimiento. Al admitir nuestra ignorancia, abrimos la puerta a nuevas ideas, perspectivas y experiencias que enriquecen nuestro entendimiento y nos permiten crecer tanto intelectual como espiritualmente. Y es que la sencillez es una virtud fundamental en nuestras vidas.


Finalmente, en mi corazón endurecido, lleno de arrogancia y orgullo seguía escuchando a Dios decirme “bájate de ahí”, te vas a caer y te vas a dar duro. Y ¿saben qué? Así fue. Y si no reaccionaba iba a ser peor porque tristemente al final, sería cortada sin la esperanza de ser curada. (Proverbios 29:1)


No creas que esto ha sido algo fácil de entender y digerir. Mucho menos de poner en práctica. ¡Aún me cuesta! ¡Aún estoy en proceso! No entendía que tenía que cambiar y tornar mi corazón a Dios con carácter de urgencia. No obstante, en una ocasión  mi consejera me dijo: El que no entiende no puede ser sano; el entendimiento te hace ir al arrepentimiento y esto nos trae el perdón de Dios y con esto la restauración y transformación. Esto lo complemento con lo que  dice Proverbios 3:13: Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría y que adquiere entendimiento. Y bienaventurado significa ser feliz, una persona alegre que vive en Dios y por Dios. ¡Qué belleza!, ¡Yo quiero eso!


Antes de despedirnos acompáñame a hacer esta oración: 


Señor, te pido perdón por creer que mis planes son superiores a los tuyos. Por poner en duda tu omnipotencia, e incluso tu amor por mi. Me arrepiento, Señor, porque he sido ignorante y orgullosa. Perdóname por todas las decisiones que tomé teniendo un corazón endurecido.  Ayúdame a mantener una actitud humilde y a depender completamente de tus planes.  Acepto que eres mi Señor y mi Dios. Muéstrame la dirección a seguir y limpia mi corazón porque mis ojos anhelan verte. Amén. 


Nos vemos pronto, amiga. Voy a prepararme un café. ☕


 
 
 

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